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CARTA A LOS HIJOS DE GARCÍN

Querido extraño:


En esta ocasión regresé más fantasiosa y bohemia que nunca.


Por literatura todos entienden algo distinto. Para algunos es un arte, una expresión de la lengua, un extrañamiento, un conjunto de obras, una manifestación de la imaginación y la ficción; sin embargo, la lluvia de emociones que permea en el lector son universales, pues la literatura agrede, encanta, inquieta e incluso seduce a todo aquel que desee frecuentarla.


En diversas ocasiones me he encontrado a mí misma pensando en cuál es su utilidad,


¿para qué sirve la literatura?


y me he respondido que quizás su función sea conocer el pensamiento del autor, o tal vez ampliar nuestro lenguaje, también adquirir la capacidad de comprender y redactar diversos textos; no obstante, tras pensarlo con mayor detenimiento, me percato que la literatura no es otra cosa que el rescate del ocio absoluto, recurrimos a ella cuando de verdad no hay nada mejor que hacer, y su función radica en mofarse del mundo –un ejemplo claro es la novela pícara, El Lazarillo de Tormes-,


o en nada, en no servir para nada,


puesto que la literatura no promueve una visión correcta del mundo, infecta al lector con el deseo y las ganas de la irracionalidad.


La literatura es el libro más falso que existe, no enseña nada, sólo nos cuenta mentiras. En todo momento somos conscientes del engaño, sabemos la falsedad en la que nos vemos sumergidos, no obstante, esta prostituta de los textos extasía nuestra imaginación, alebresta nuestros sentidos y nos seduce a meternos más de un par de líneas, e incluso terminada la experiencia, corremos en búsqueda del segundo encuentro. He ahí el poema.


Este post es un sencillo homenaje para todos aquellos poetas, escritores, pintores, escultores, aspirantes a cualquiera de los anteriores, bohemios, amantes del arte, entre otras inmensidades, en cuyos cerebros anide un pájaro azul que anhela su libertad, para esos días en los que el pájaro canta y se escriben versos alegres, y también, para las ocasiones en las que el ave choca contra las paredes del cráneo y se necesita beber anís acompañado de un cigarrillo.


Para los que padecemos la misma enfermedad que Garcín, deseo que este escrito sea el epílogo de cómo el pájaro azul levantará el vuelo hacia el cielo, por que lo hará, y volará muy alto ¡Bravo!


Escribe, el ave en pijama.

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